martes, 18 de marzo de 2008
¿Quién representa al Tibet?
Parece que lo hace el Dalai Lama. Pero su problema es la flojera de boca, como casi siempre en los personajes públicos. Resulta que el Dalai Lama, ese calvito santurrón que se paseó por España hace unos meses, está pidiendo la solidaridad internacional para “su” pueblo del Tibet (darían mucho que hablar unos pretendidos derechos sobre un pueblo por mera sucesión religiosa, por cierto) ante la reciente represión de los alborotadores callejeros por parte del ejército chino.
Pero claro, es una pena que el propio Dalai Lama, en su voraz codicia por ganar adeptos a su causa a lo largo de todos estos años de viajes ¿oficiales? por el mundo, se haya desautorizado a sí mismo para ser portavoz de su causa.
Me explico: Hace sólo unos meses, el personaje apeteció una ceremoniosa visita a Barcelona, en la que, con toda su iluminada sabiduría mediante, declaró sobre Cataluña: “Las experiencias del pasado y vuestros deseos de libertad son muy similares a nuestro caso”. Con “su” caso, se refiere al caso del Tibet, informo a los lectores rigurosos.
Y a lo que voy. Si tengo que hacer caso al Lama este, me encuentro en la disyuntiva de tener que creer que lo que él llama represión china, es equiparable a las cargas a las que de vez en cuando se ven abocados los cuerpos policiales en Barcelona, por ejemplo (contra ultras de fútbol, en desalojos de ocupas, en manifestaciones no autorizadas...). Y con ello, tengo que pensar que nuestro amigo Dalai es equiparable a uno de los portavoces de esos grupos marginales ¿no?
Claro que también puedo no darle la razón, no hacer maldito caso a nada de lo que salga por la boca del personajillo en cuestión y pensar coherentemente que el Tibet sólo es el ascua que los nacionalistas catalanes quisieron arrimar a su sardina, y que el pobre Dalai Lama se dejó manipular como un corderito entre lobos (léase clérigo entre políticos) y que realmente la situación del Tibet y la catalana se parecen tanto como la de La Tierra y Plutón (que, recuerdo, ha dejado de ser planeta).
Pero además, estos días nuestro iluminado amigo se ha descolgado con que no hay que boicotear los JJ.OO. de Pekín, que sí sería una excelente medida de presión, pacífica y además totalmente legítima y defendible. Pero no, el tío va y renuncia a ella. No quisiera estar en la piel de los tibetanos con semejante defensor.
Lo que sí queda bien clarito es que al Dalai Lama no hay que prestarle atención alguna cuando sale de su templo, al pobre.
Y aquí, pues podemos seguir protestando contra la ocupación china del Tibet y continuar reventando a porrazos a los ocupas, por supuesto.
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