viernes, 7 de marzo de 2008

La pasta ya no es lo que era


Yo ya valoro poco el dinero, la verdad. En España antes sí que tenía sentido ser multimillonario, pero hoy en día el asunto ya pierde mucho de su atractivo.
Vale, no voy a negar la mayor: está muy bien tener unos cuantos millones de euros, pero no supone lo mismo que hace 100 años, por ejemplo.
Antiguamente las diferencias entre los días de los ricos y los de los pobres hacían irreconocibles dos vidas vecinas. Hoy ya no. Lo que distingue a los ricos de la gente normal, es casi nada: simplemente viven algo mejor vidas casi iguales: Trabajan, ven la tele, van a la compra, hacen gestiones, conducen, se van de vacaciones, van al cine, a los bares, hacen deporte, estudian...
Digamos que el listón ha subido. Ahora, para conseguir cambiar tu vida de verdad a base de pasta, nos tenemos que poner en una centena de millones de euros como mínimo: Para no tener que trabajar, vivir en un palacio 100 veces mayor que una casa de clase media, tener unos 30 empleados para atender las necesidades del palacio, otro par de casonas de veraneo, un gran yate con la correspondiente flotilla alrededor, cotos de caza, colección de arte, una flota de vehículos, una cuadra de purasangres, abono en las temporadas de opera de los principales teatros del mundo, dar fiestas exclusivas... Sí, hoy día aún quedan millonarios que pueden hacer todo eso (hacer sólo una parte o todo a medias, lo siento pero no vale) con la elegancia displicente de no mirar nunca el dinero, pero son poquísimos en todo el mundo.
Y además hace unos siglos, un clase media no podía soñar siquiera con nada parecido a la vida de los ricos. Ahora en cambio cualquier persona de clase media puede hacerlo casi todo, con menos nivel, pero casi todo.
Total, que la verdadera vida exclusiva fuera de la órbita del resto de los mortales ya no se alcanza sólo con ser millonario. Digamos que para despegar realmente del común de la chusma, estaríamos hablando ya de unos cuantos miles de millones de euros. Y yo me pregunto, para tener tan pocas ventajas añadidas, ¿el precio en tiempo, talento, escrúpulos y dedicación que costaría acumularlos merece realmente la pena?
Yo es que no creo que me sintiese suelto ni con un billón de euros. Además, qué cojones, no puedes caer en la trampa de acumularlo tú, porque acabas valorando el esfuerzo que cuesta conseguirlo... y claro, ya no puedes dilapidarlo con alegría y elegancia. Para aprovecharlo bien y ser feliz con él, hay que heredarlo o tiene que venirte regalado.
O sea que mientras no me lluevan solos los millones, a mí la pasta me trae sin cuidado.

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