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miércoles, 16 de diciembre de 2009
Para leer...
Transcribo aquí seguidos, un par de artículos que Arturo Pérez Reverte publicó en El Semanal allá por el 1998. Porque estas fechas de ahora son propicias para leer y también para regalar libros que sí valgan la pena y forjen el carácter. Coño:
UNA BIBLIOTECA
Durante esta última semana, aprovechando una temporada de calma, he ordenado la biblioteca. Siempre ocurre lo mismo cuando termino de escribir un libro, sea el que sea; en los últimos días no conoces ni a tu familia, ni a tus amigos más íntimos, ni a nadie. Bajas a la mina cada día, o no sales de ella ni para dormir, como un picador del pozo María Luisa, dale que te pego. Vives obsesionado con darle a la tecla y terminar de una vez; y el material que utilizas, los libros que consultas y las nuevas adquisiciones, se acumulan por todas partes, esperando una tregua para su sitio exacto. Porque amén de la utilidad que reporte, un libro tiene su dignidad, y no puede ir en cualquier parte y de cualquier manera; requiere compañía y lugar adecuados. Nabokov puede ir junto a Conrad, tal vez, pero no junto a Cervantes; y Stendhal puede avecinarse con Heine y con Lampedusa, pero nunca con las Crónicas de Froissart, con Moratín o con Plutarco. Cada cual es cada cual.
A veces algún lector escribe pidiendo la recomendación de un libro clave, o que el arriba firmante considere como tal; y no falta quien solicita un canon de obras fundamentales -imprescindibles, es la estúpida palabra de moda en ciertos suplementos literarios-. Siempre me niego, porque eso de las obras fundamentales depende mucho del gusto de cada uno; y libros que a ti te cambian la vida pueden pasar, para otro, sin pena ni gloria. De cualquier modo, mientras colocaba y reordenaba los libros estos últimos días, hubo, como siempre, un par de centenares de títulos y autores donde la vista y las manos se me demoraban más que en otros, por diversas razones. Y de pronto me he dicho: por qué no. Por qué no decir cuáles son, y si a alguien resultan útiles, pues me alegro. La relación, que no es exhaustiva, sí resulta en cambio desordenada y larga: tal vez ronde los ciento cincuenta títulos, de modo que, metidos en faena, contársela me llevará esta semana y la próxima. Así que quien no esté interesado por el asunto puede pasar mucho de calzarse esta página, hoy y la semana que viene.
Última advertencia: los libros no figuran por orden de importancia; y faltan, porque no los recuerdo ahora o porque no me lo parecen, muchos otros. Pero, ya que de algo tan personal se trata, esta lista de Schindler resulta tan buena como otra cualquiera. A ver por qué ha de ser menos válida que la que se fabrican cuatro compadres bobalios para darse coba unos a otros en los cursos de verano:
El Quijote (Cervantes). La Odisea (Homero). La Eneida (Virgilio). Vidas paralelas (Plutarco). Obra completa (Francisco de Quevedo). Obra completa (Jorge Manrique). La Biblia. La Divina Comedia (Dante). Fausto (Goethe). Episodios nacionales y novela completa (Pérez Galdós). Obra completa (Pío Baroja). Moby Dick (Melville). Teatro completo (Shakespeare). La montaña mágica (Thomas Mann). Los tres mosqueteros (Dumas). En busca del tiempo perdido (Marcel Proust). El rojo y el negro (Stendhal). La regenta (“Clarín”). Cuadros de viaje (Heinrich Heme). Expedición de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos (Francisco de Moncada). Las relaciones peligrosas (Choderlos de Laclós). El ruedo ibérico (Valle-Inclán). Ana Karenina (Tolstoi). Crimen y castigo (Feodor Dostoievsky). Victoria (Joseph Conrad). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Bernal Díaz del Castillo). Cien años de soledad (García Márquez). Conversación en la catedral (Vargas Llosa). La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela). Tragedias (Sófocles). El jorobado (Feval). Tragedias (Eurípides). Relatos (F. Scott Fitzgerald). El buen soldado (Ford Madox Ford). El prisionero de Zenda (Hope). El gatopardo (Lampedusa). El americano impasible (Graham Greene). La cartuja de Parma (Stendhal). Viajes por Italia (Stendhal). Lord Jim (Conrad). Guerra y paz (Tolstoi). Biografías (Ludwig). Biografías y novelas (S. Zweig) La flecha de oro (Conrad). La línea de sombra (J. Conrad). La marcha de Radetzky (J. Roth). El conde de Montecristo (Dumas). Suave es la noche (F. Scott Fitzgerald). El gran Gatsby (F. S. Fiztgerald). París era una fiesta (Hemingway). Aventuras de Sherlock Holmes (Conan Doyle). “V” (Thomas Pynchon). Poderes terrenales (Anthony Burgess). Grandeza y decadencia de los romanos (Montesquieu). El halcón maltés (Dashiell Harnmet). La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (R. J. Sender)...
Arturo Pérez-Reverte
El Semanal
20 de septiembre de 1998
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UNA BIBLIOTECA (y II)
Conversaciones con Goethe (Eckermann). El Mediterráneo en tiempo de Felipe II (Braudel) La comedia humana (Balzac). Teatro completo (Moliére). Teatro completo (Moratín). Cantar del Mío Cid (Anónimo). La leyenda del Cid (Zorrilla). Ensayos filosóficos (Voltaire). Confesiones (J. J. Rousseau). Memorial de Santa Helena (Les Cases). Robinson Crusoe (Defoe). Memorias (Saint Simon). La Biblia en España (Borrow). Peter Pan (J. M. Barrie). El libro de la selva (Kipling). Memorias y máximas (La rochefoucault). Vida de los doce césares (Suetonio). Anales (Tácito). Ensayos (Montaigne). El espíritu de las leyes (Montesquieu). Los idus de marzo (Thorton Wilder). A.O. Barnabooth (Valery Larbaud). Memorias (Cardenal de Retz). El Criticón (Gracián). Coloquio de damas (Aretino). Historia universal (Polibio). Pensamientos (Pascal). El talismán (Walter Scott). Canción de Navidad (Dickens). La Ilíada (Homero). Alicia en el país de las maravillas (L. Carroll). Historia de dos ciudades (Dickens). Corazón (Edmundo d’Amicis). Epístolas morales (Séneca). Historia universal de la infamia (Borges). Artículos (Larra). Los años rusos (Nabokov). El nombre de la rosa (Umberto Eco). Papeles póstumos del club Pickwick (Dickens). Nostromo (J. Conrad). Los miserables (V. Hugo). Las flores del mal (Baudelaire). Cuentos (Edgar Allan Poe). Poesía completa (Antonio Machado). Los pilares de la tierra (Ken Follet). Poesía completa (Miguel Hernández). Viaje al fin de la noche (Celine). El extranjero (Camus). La peste (Camus). Un mundo feliz (Aldous Huxley). Memorias de Adriano (M. Yourcenar). El poder y la gloria (Graham Greene). Diario de un seductor (Soren Kierkegard). El lobo estepario (H. Hesse). Doctor Zhivago (Boris Pasternak). Lolita (Vladimir Nabokov). Desventuras del joven Werther (Goethe). El monje (Matthew Lewis). Melmoth el errabundo (Charles Maturin). El vellocino de oro (Robert Graves). La isla del tesoro (R.L. Stevenson). El siglo de las luces (Carpentier). Bomarzo (Mujica Laínez). Pedro Páramo (Juan Rulfo). Meditaciones (Marco Aurelio). La decadencia de Occidente (Spengler). El otoño de la Edad Media (Huizinga) Aventuras de Aubrev y Maturin (Patrick O’Brian). Frankenstein (M. Shelley). Drácula (Bram Stoker). El doctor Jekyll y míster Hyde (Stevenson). Mi vida (Benvenuto Cellini). Sonatas (Valle-Inclán). Rimas y leyendas (Bécquer). Vida del capitan Contreras (Alonso de Contreras). Don Juan Tenorio (Zorrilla). El alcalde de Zalamea (Calderón). Fuenteovejuna (Lope de Vega). El burlador de Sevilla (Tirso de Molina). Quo vadis (H. Sienkiewicz). 20.000 leguas de viaje submarino (Verne). Nuestra señora de París (Víctor Hugo). Tristam Shandy (Steerne). Nuestros antepasados (Italo Calvino). El cuarteto de Alejandría (L. Durrell). El primo Basilio (Eça de Queiroz). La colmena (Camilo José Cela). Cuentos (Chejov). Historia de la guerra del Peloponeso (Tucídides). Anábasis (Jenofonte). Poemas (Catulo). Satiricón (Petronio). Crónicas (Froissart). La muerte de Arturo (Mallory). El rey Arturo y sus nobles caballeros (Steinbeck). Odas (Horacio). Memorias (Casanova). Los nueve libros de la Historia (Herodoto). Diálogos (Platón). Tratados ético-morales (Aristóteles). Las metamorfosis (Ovidio). El príncipe (Maquiavelo). El cortesano (Castiglione). La Italia del renacimiento (Burckhart). Adriano VII (Barón Corvo). Decadencia y ruina del imperio romano (Gibbon). Viajes de Gulliver (Swift). Viaje a Italia (Goethe). Madame Bovary (Flaubert). El asesinato de Rogelio Ackroyd (Agatha Christie). La educación sentimental (Flaubert). Cándido (Voltaire). Zadig (Voltaire). Emilio (Rousseau). Confesiones (San Agustín). Olivares (Marañón). Olivares (Elliot). Felipe II (Kamen). Shogun (Clavell). Confesiones de un comedor de opio (Quincey). La juventud y la madurez de Enrique IV (Heinrich Mann). Los Buddenbrook (Thomas Mann). Los hermanos Karamazov (Dostoievsky). El jugador (Dostoievsky). El sueño de los héroes (Adolfo Bioy Casares). Billy Budd (Melville). La roja insignia del valor (Stephen Crane). El talón de hierro (London). El negro del Narcissus (Conrad). Tifón (Conrad). Biografias (A. Maurois). El topo (Le Carré). Bizancio (R. J. Sender). La España musulmana (Sánchez Albornoz). Los 7 pilares de la sabiduría (T. E. Lawrence). Novelas ejemplares (Cervantes). Memorias (Talleyrand). Memorias (Fouché). Kaputt (Malaparte). Poesía completa (Campoamor). El puente de Alcántara (F. Baer). Vida de Cervantes (Astrana Marín)...
Que aproveche.
Arturo Pérez-Reverte
El Semanal
27 de septiembre de 1998
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viernes, 30 de octubre de 2009
AL BORDE DEL VIADUCTO
A ver si me explico mejor aquí que en una cabecera que pocos parecen haber entendido.
Este blog no es periodismo, este blog no pretende la objetividad, este blog no es riguroso, no es creíble, no investiga, no justifica, no razona... No es referencia válida para nada.
Este blog tampoco busca desentrañar la realidad, alcanzar la verdad, lograr el equilibrio, aportar consenso, ser constructivo, ofrecer algo positivo... El que espere una sola partícula de todo ello, se equivoca de sitio. Me trae al pairo un planeta habitado por humanoides necesitados de cuidados, tacto, buenas caras y mejores intenciones. No reconozco como propio principio ni valor algunos.
No aspiro a nada con este blog; no me publicito, no me vendo, no pago, no comercializo el blog ni sus contenidos, no doy nada y no pido nada, no está registrado ni lo reconoceré jamás como mío; no tengo nada que perder y no quiero ganar nada. Todo lo que hago aquí es gratuito, en todas sus acepciones y en toda su extensión.
Este blog es lo que a mí, y sólo a mí, en mi circunstancia particular y en mi coyuntura momentánea, me da la real gana. Seré contradictorio e incoherente cuando me brote. Corrijo, cambio y retoco lo que quiero. Doy lecciones pero no las acepto, porque para eso es mío, no de los que lo comentan (lo hagan para bien o para mal).
Por ello, este blog no espera acólitos, no lucha por seguidores, no busca audiencia, no reconoce amigos ni enemigos, este blog no espera nada de ninguno de sus lectores porque le es indiferente siquiera que existan. En consecuencia, nunca borro comentarios, pero también comento o no comento los que me da la gana, unos porque sí y otros porque no. Si no me condiciona lo que escribo yo, menos me condiciona lo que escriban otros.
Y, esto parece ser lo más difícil de entender, jamás entraré a rebatir los juicios de valor sobre mi propia persona, por la sencilla razón de que nadie me conoce ni sabe quién soy/somos, y porque puedo permitirme el lujo de quedar bien o terriblemente mal: No me estoy jugando ni un ápice de un prestigio que ni quiero, ni deseo ni, por supuesto, tengo.
Resumiendo: Este blog es completamente estéril... no sirve para nada y no dará nada. Vuelve o no vuelvas, usa tu libertad.
Gladius ni te quiere ni te necesita para seguir jugando a lo mismo.
martes, 20 de octubre de 2009
Por qué no me manifiesto
Porque no sirve para nada. Ni ahora ni nunca: en España, nunca ninguna manifestación ha cambiado nada. Jamás el clamor de la calle ha hecho variar un designio político (del signo que sea). Que sí, que son muy bonitas, pero son un cero a la izquierda.
El caso es que nuestra clase política no sólo está sorda con las manifestaciones: es que el cauce previsto por la constitución para que la gente pida a los diputados que cambien una ley (iniciativas legislativas populares), ¡sólo ha prosperado una vez desde 1978! Ni una más. Por lo tanto, ante este respeto por el pueblo y por el cauce oficial para que los votantes influyan en su propio país, ¿para qué diablos sirve recoger firmas acreditadas? Nuevamente para nada.
Así que la pregunta es... ¿cuán legitimados están nuestros políticos para denostar otros procedimientos no tan pacíficos de presión popular?
El ejemplo que voy a poner, a pesar de ser extranjero, ilustra perfectamente: ¿Qué hubiera pasado si las manifestaciones verdes de Irán hubiesen sido como realmente las bautizaron; La Revolución Verde? ¿si al segundo día de pegar gritos estériles hubieran asaltado los edificios oficiales y organizado una revolución de verdad...? Pues no. Todo quedó precioso y todos muy conmovidos pero el resultado es que incluso han reforzado al usurpador que querían expulsar.
Porque lo primero que se te ocurre ante todo lo anterior, es que quizá por el medio de “se juntan 100.000 tipos y ponen a sangre y fuego la capital”, nuestros animales políticos se sentirían más condescendientes ante el calorcito de las llamas.
Es pura lógica; que hagan menos caso que a las multitudes pacíficas es casi imposible.
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miércoles, 19 de agosto de 2009
No pierdas el tiempo leyendo
Un día de mis lejanos 16 años leí una frase de Rouseau que es toda una lección de vida:
“Mientras no haya leído todos los clásicos, no encuentro razón alguna para leer libros modernos.”
Y es que leer, al contrario que el saber, sí ocupa lugar y sobre todo mucho tiempo. Personalmente, aunque el lugar no me preocupa demasiado, el tiempo sí lo tengo muy limitado y no me puedo arriesgar a leer algo que no sea bueno de verdad y perder las horas leyendo bodrios. Así, buscando un baremo para saber qué lecturas aportan de verdad, el que me pareció más fiable fue que hubiesen acumulando ya muchos años de alcance universal en diversas generaciones y culturas.
Por lo tanto, decidí no leer ningún libro que no cumpla estas tres condiciones conjuntamente:
- Autor muerto.
- Más de 50 años desde la publicación del libro.
- Que el libro esté editado en castellano.
No obstante, visto lo rápido que se engrosa la lista año a año, acabo de ampliar la segunda condición a un siglo entero, y así me he librado de unos cuantos autores prescindibles que ya crían malvas y de sus libracos estúpidamente encumbrados a la categoría de hitos contemporáneos por la industria editorial.
Además (aunque esta segunda regla la sigo con menor fanatismo), decidí rechazar de plano los géneros que no me interesan, conmueven o entretienen (poesía, cuentos y ensayo), y leer sólo novela y teatro. La poesía no consigue atraparme lo suficiente salvo en contadísimas ocasiones, y respecto al ensayo... no quiero que nadie me explique un mundo que puedo entender solito sin que me lo orienten y los cuentos me parecen un chiste como género.
Todo esto lo mantengo hasta el punto de rechazar airadamente las recomendaciones o los libros regalados que no cumplen mis requisitos.
Eso sí, los libros de periodismo de investigación y los recopilatorios de columnas de opinión no entran en todo esto por la sencilla razón de que no son literatura.
Y como en todo, también tengo alguna excepción/debilidad (novelista vivo) que me sirve para restarle rigidez al sistema.
Lo comparto porque creo que todo el mundo ganaría mucho haciendo algo parecido, y no perdería nada porque hay más clásicos de los que se pueden leer en 100 vidas.
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miércoles, 17 de junio de 2009
Mi castillo
Algún día tendré una casa. Sé seguro que no será un piso en una ciudad, sino una casa como Dios manda. Una casa entera. Con tierra alrededor. Una hacienda, una finca, un cortijo, un solar... No se puede morir uno sin tener tierra en propiedad, es antinatural. Hay que ser hacendado en algún momento de la vida, pero no basta con tener la propiedad; hay que vivir en ella, hacerla tuya de verdad.
No creo que ningún hombre que se precie de serlo, pueda llevarme la contraria en esto, a no ser que tenga preparada una alternativa como convertirse en pirata, mercenario, contrabandista o algo así de compatible y respetable.
Bueno, el caso es que hay maneras y maneras de tener esa casa. La gente tiene y se hace casas de cualquier manera. Como si no tuviesen importancia. Como si el lugar que va a ser tu hogar no merezca el respeto y el reconocimiento de las gentes. Es tenerse en muy poca cosa no dar importancia al lugar donde has decidido echar raíces.
Y la historia es que en un reciente viaje a Malta, asistí deslumbrado al verdadero espíritu de lo que deseo explicar y que ilustro pobremente con un par de fotos. Un porcentaje altísimo de casas en esa isla, acosada durante siglos por toda clase de enemigos, seguramente abocada a hacer constante manifestación de su individualidad, rebeldía, orgullo y tenacidad, tienen como remate de sus fachadas un gran mástil para colocar una bandera. Un mástil que apuntalan espectacularmente con un espolón en forma de lanza que sale de la pared.
Eso es hacer bien las cosas, sí señor. Ese mástil es un canto a la propia autoafirmación bien entendida, una declaración de principios, un proclamar ese sentimiento tan primario como esencial que nos pide dejar bien claro que: aquí es donde vivo, esta es mi casa, aquí residen mis principios, mi familia, todo lo que soy y aquello por lo que soy respetado: Es mi sitio.
Y hasta da igual que sea una casa en medio de una finca, o una casa en un pueblo o en la ciudad, lo importante es que tu casa tenga un mástil en el que izar todos los días tu ausencia de complejos y tu rebeldía ante esa sociedad de chusma anónima. ¿Es que no es evidente, por favor?
Yo lo pondré. Uno bien alto. Y además del mástil con sus correspondientes lanzas en los balcones, su espolón en la fachada y su bandera ondeando, he pensado que añadiré una campana para mi uso y disfrute cuando me dé la real gana. Y si me apuran, un cañón para las salvas... o para lo que se tercie.
Porque sí, yo soy alguien. Y sí: yo soy así.
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jueves, 22 de enero de 2009
Un campeón
El coche de la imagen, pertenece a una de esas personas que viven por encima de todo el mundo. Seguramente sin haber hecho nada especial para disfrutar de ese estatus, más allá de ponerse a disfrutarlo sin más (lo que ya dice muchísimo de su inteligencia social). Como decía un profesor mío de la facultad, “las libertades no se piden, se toman”, y este fulano extiende el principio hasta... el coche por de pronto.
Bueno, el caso es que ese enorme carro, un brutal Audi Q7, rojo, repleto de cromados y llamativo como él solo, es un habitual de las aceras de la zona Retiro-Narváez, pero no un uno cualquiera. Al coche en cuestión, sin buscarlo, lo habré visto durante estos meses, así a bote pronto, unas 30 veces. Y de esas 30 veces, nunca, jamás, ni por asomo, lo he visto bien aparcado. Pero no sólo yo, porque tras comentar el caso con 3 amigos que viven también por la zona, todos se han fijado y ninguno lo ha visto nunca bien aparcado.
Desde en medio del “Giro Bus” donde lo fotografié de madrugada hace dos noches (esa que pueden ustedes ver), hasta sobre línea amarilla, en parada de taxis, montado sobre las esquinas de los cruces, en los pasos de cebra, en doble fila... el catálogo de situaciones es inimaginable. Es posible que haya inventado nuevas formas de aparcar ilegalmente el tío crack.
Una vez, nos paramos un amigo y yo y nos quedamos perplejos: el coche estaba aparcado en línea verde, dentro de la fila... ¡estaba bien! Hasta que caímos en que ¡estaba en dirección contraria! Y ya fijándonos bien, sin ticket de la hora, por supuesto (eran las 13:30 de un sábado). Casi nos engaña.
El tío llega todos los días a una zona complicada de aparcar, a las nueve y pico, cuando todo el mundo tiene que emplear más de media hora para encontrar hueco (con el bicho ese puede irse a dos horas, tranquilamente), y lo tira en donde se le ocurre. Ya está.
Será que el coche no es grande, será que no es llamativo, será que no se ve, será que el tío se esconde... porque el caso es que ¡jamás le hemos visto puesta una maldita multa!
Digo yo, ¿tanto coche para no tener plaza de garaje? ¿es el dueño de la empresa controladora de la Hora? ¿es el amo del mundo? ¿es primo de Obama...?
Por de pronto, es un campeón. Con todas las letras, con acento y todo. Esta postal en realidad es envidia pura y dura.
PD: Actualización de enero de 2011 - Después de todo este tiempo, sigo sin haberlo visto bien aparcado, pero sí he visto al propietario: Un sábado a las 12 de la mañana estaba arrancándolo de encima de un paso de cebra, pasó un coche de agentes de movilidad, le llamaron la atención y ¡los mandó a tomar por culo! El puto Sheriff.
lunes, 31 de marzo de 2008
Nuestro mundo ¿en positivo?
Odiamos hablar de nos mismos (el mayestático lo atenúa), pero en este caso sí nos vamos a aproximar a ello hablando de esta bitácora nuestra.
Empezamos parafraseando al Cardenal Richelieu: Decidme una cosa cualquiera hecha por la especie humana, y encontraré en ella un motivo para condenarla (él lo dijo de dos líneas escritas por un hombre honrado y de encarcelarle, pero tanto nos da que nos da lo mismo).
Esto viene a cuento porque últimamente hemos recibido la sugerencia desde unos cuantos frentes, de que deberíamos escribir alguna “ráfaga” (traducción libre de post, facilitada por la siempre atenta y nunca bien ponderada amiga Lu) positiva de vez en cuando.
Bueno, el caso es que la inaudita reflexión para llevar a cabo una argumentación positiva, nos ha tenido paralizados por completo durante casi una semana, y el resultado es poco menos que desalentador.
Así que, remitiéndonos a la cabecera que nos precede, nos mantenemos en nuestras trece, con virulencia si es preciso. Y no contentos con ello, desafiamos públicamente a todo incauto que lo desee a encontrar algo que aquí mismo no seamos capaces de destrozar.
Y recuerden: Nuestro desprecio por un mundo que no nos merece, es la consagración de nuestra propia superioridad.
Nos encanta empezar la semana hablando en bronce.
viernes, 7 de marzo de 2008
La pasta ya no es lo que era
Yo ya valoro poco el dinero, la verdad. En España antes sí que tenía sentido ser multimillonario, pero hoy en día el asunto ya pierde mucho de su atractivo.
Vale, no voy a negar la mayor: está muy bien tener unos cuantos millones de euros, pero no supone lo mismo que hace 100 años, por ejemplo.
Antiguamente las diferencias entre los días de los ricos y los de los pobres hacían irreconocibles dos vidas vecinas. Hoy ya no. Lo que distingue a los ricos de la gente normal, es casi nada: simplemente viven algo mejor vidas casi iguales: Trabajan, ven la tele, van a la compra, hacen gestiones, conducen, se van de vacaciones, van al cine, a los bares, hacen deporte, estudian...
Digamos que el listón ha subido. Ahora, para conseguir cambiar tu vida de verdad a base de pasta, nos tenemos que poner en una centena de millones de euros como mínimo: Para no tener que trabajar, vivir en un palacio 100 veces mayor que una casa de clase media, tener unos 30 empleados para atender las necesidades del palacio, otro par de casonas de veraneo, un gran yate con la correspondiente flotilla alrededor, cotos de caza, colección de arte, una flota de vehículos, una cuadra de purasangres, abono en las temporadas de opera de los principales teatros del mundo, dar fiestas exclusivas... Sí, hoy día aún quedan millonarios que pueden hacer todo eso (hacer sólo una parte o todo a medias, lo siento pero no vale) con la elegancia displicente de no mirar nunca el dinero, pero son poquísimos en todo el mundo.
Y además hace unos siglos, un clase media no podía soñar siquiera con nada parecido a la vida de los ricos. Ahora en cambio cualquier persona de clase media puede hacerlo casi todo, con menos nivel, pero casi todo.
Total, que la verdadera vida exclusiva fuera de la órbita del resto de los mortales ya no se alcanza sólo con ser millonario. Digamos que para despegar realmente del común de la chusma, estaríamos hablando ya de unos cuantos miles de millones de euros. Y yo me pregunto, para tener tan pocas ventajas añadidas, ¿el precio en tiempo, talento, escrúpulos y dedicación que costaría acumularlos merece realmente la pena?
Yo es que no creo que me sintiese suelto ni con un billón de euros. Además, qué cojones, no puedes caer en la trampa de acumularlo tú, porque acabas valorando el esfuerzo que cuesta conseguirlo... y claro, ya no puedes dilapidarlo con alegría y elegancia. Para aprovecharlo bien y ser feliz con él, hay que heredarlo o tiene que venirte regalado.
O sea que mientras no me lluevan solos los millones, a mí la pasta me trae sin cuidado.
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