viernes, 29 de febrero de 2008
El diccionario lo carga el diablo
El diccionario de la RAE es algo muy peligroso según en qué manos caiga, porque lo malo que tiene es que lo puede consultar cualquiera y si lo agarra un analfabeto funcional, sin zorra idea de gramática y sin conocer ni el significado concreto de la mitad de las palabras que forman las propias definiciones, sus conclusiones respecto a cómo se escribe o no una palabra en según qué casos, pueden ser aberrantes. Pero lo peor es que encima el tío se ve documentado y respaldado nada menos que toda la Real Academia en pleno.
Caso práctico de la deducción más común de estos idiotas: “si viene en el diccionario entonces es correcto”, y la inversa: “si no viene en el diccionario entonces no es correcto”. Así de rápido y fácil. ¡Pero quién coño les dejó acceder a un diccionario sin un examen previo!
Y el puñetero capullo, amparado por el tocho de la RAE, te discute hasta la extenuación su estúpida conclusión, obligándote a remontarte hasta los anales mismos de la EGB para encontrar una forma infantiloide y primaria de que entienda que está diciendo una soberana estupidez.
Un académico, el señor Reverte, lo explicaba bastante clarito en uno de sus artículos del semanal: “Que la RAE incluya algo en el diccionario no significa que sea lo más correcto o recomendable, sino sólo que también se usa en la calle.”
Da igual, es chino para ellos, les importa una mierda y sus orejeras sólo les dejan ver que “pero si está en el diccionario” y terminan espetándote “¿es que tú sabes más que el diccionario...?” ¡Más qué tú con todos los diccionarios del planeta en la mano sí, so mamón!
Es que se da la paradoja de que ya no se le dan patadas al diccionario, sino que llega un imbécil, se arma del diccionario, y asesina el lenguaje sin contemplaciones, llenando de mierda el limpia, fija y da esplendor.
Creo sinceramente, que la RAE ha caído en una vergonzosa carrera especulativa para conseguir dinero fácil con la venta de diccionarios, cuando debería ser necesaria una licencia que autorice a su adquisición. Y que debería exigirse además la compra previa de la gramática básica de la lengua y, sobre todo, deberían presentarse al menos tres diccionarios escolares bien usaditos.
Ahora que estamos... ¿no será que la costumbre catalana de regalar el día de San Jorge un libro y una rosa, se originó en realidad como una manera cifrada de decirle a alguien “lee algo, capullo”? Investigaré.
Mientras, señores Académicos, por favor, retiren su diccionario de la calle.
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1 comentario:
he echado de menos el ejemplo que te inspiró el post. seguro que me habría reído mucho :)
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