miércoles, 16 de abril de 2008

Del polvo de Barcelona al lodo de Pekín


Las degradantes olimpiadas de 2008 en Pekín, tienen un antecedente simbólico en las de Barcelona 1992 y en la persona del marquesito que las declaró “las mejores de la historia” y que se arrogó todo el mérito de haberlas llevado a la ciudad condal, en un alarde público mundial de enchufismo como pocas veces la historia ha contemplado.

El oscuro marqués, es una maldición para el mundo del deporte y para su pureza, es el que enfangó la bandera del Barón de Coubertin y depravó su ideal hasta hacerlo irreconocible. Y todo ello con total impunidad, cinismo, hipocresía y con el aplauso de las multitudes.

En España, como este elemento nos regaló unas olimpiadas y parece un vejete venerable, todos estamos tan contentos, calladitos y sin preguntarnos demasiadas cosas, no nos vayan a desagradar las respuestas.
El caso es que el marqués (título que le dimos los españoles) es el que dio el banderazo de salida de la profesionalización de los atletas: Cuando la coyuntura histórica le puso ante la fantástica oportunidad de escoger entre una vuelta a la pureza de las competiciones amateur, o rendirse a las presiones económicas y dejarse cazar por la profesionalización, este personajillo (enanito histórico) tiró por el camino fácil, por el del dinero, por el de vender los juegos al mejor postor.

Y los JJOO llegaron a Barcelona (con el Dream Team de la NBA que nunca pasó controles antidoping por bandera), y luego se destaparon los escándalos de compra de votos en el COI cuando Salt Lake City y comenzó la escalada de escándalos de la que todavía no hemos visto la cumbre. Tiempo al tiempo.
Durante la dictadura de facto de Samaranch en el COI pasaron todas esas cosas y se dieron las circunstancias ideales para que la corrupción más asquerosa invadiese todos los estamentos de los juegos olímpicos. Los convirtió en lo que son ahora: un subproducto de las más oscuras corruptelas humanas elevado a nivel internacional, envuelto en una inmoralidad galopante y televisado en directo a todo el planeta.

Por eso ahora el marquesito defiende a China, por eso dice que deporte y política van por caminos distintos (en realidad los que van de la mano son deporte y negocio, claro), por eso dice en el colmo de la desvergüenza que “no se puede castigar al pueblo chino, los Juegos tienen que celebrarse”.

¿Es que un boicot deportivo castiga al pueblo chino? ¿está pirado? ¿es que nos quiere crear mala conciencia precisamente él? ¿es que alguien con su historial se está atreviendo a dar lecciones morales? Ahora los pájaros tiran a las escopetas... Pero además, ¿es que, acaso, los juegos olímpicos no están siendo en sí mismos una maldición para el propio pueblo chino (deportación de indigentes, derribo masivo de barrios populares, intensificación de la represión política, militarización del Tíbet...)?

Pero lo que sí es de verdad una vergüenza, es no encontrar en este país de “prensa libre” un sólo periódico nacional que ponga en su sitio al comercializador de los juegos. Que ningún medio importante airee públicamente la verdadera trayectoria de este tipo al frente del COI... que nadie denuncie al que enterró a Coubertin en el más hediondo de los lodos.

Porque hay un antes y un después de Samaranch en la historia de los juegos que marca el fin de la inocencia olímpica, de la defensa de los valores de Coubertin y del deporte por el deporte.

Ese es el verdadero legado de Samaranch y de su Barcelona´92: vaciar de significado la palabra Olimpiada.


PD: Más información buscando bien internet adelante. Por ejemplo... http://www.rebelion.org/hemeroteca/petras/pericl060600.htm

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