lunes, 7 de abril de 2008

Antievolución I


Resulta que algo tan aceptado como el bien común, se contrapone frontalmente a algo tan reconocido como el concepto mismo de medicina: Sí, el bien individual de los hombres es la condena irremisible de la totalidad de la especie. Esto, que es toda una paradoja, no deja de ser una verdad tan lógica que da miedo.
En la historia del hombre ha habido tres momentos absolutamente nefastos para el progreso evolutivo del ser humano:
1 - El monopolio de las religiones “humanistas” que predican el respeto a la vida de los débiles, al enemigo derrotado, a todos los hombres por igual...
Así, llevamos milenio más, milenio menos, con uno de los principios más importantes que guían la evolución de las especies, totalmente anulado por nosotros mismos: La supervivencia de los más fuertes. Y los derechos humanos no vinieron sino a laicizar el problema, que ya no es exclusivamente religioso.
2 - La aparición de las armas de fuego, que destrozaron la más elemental norma de la lucha entre dos individuos: gana siempre el más fuerte, el más rápido o el más inteligente. Las guerras (o los enfrentamientos particulares entre personas) son ya un desastre de muertes indiscriminadas, antes había una mínima selección por “aptitud” al menos. De hecho, al primer revolver de 6 tiros, el Colt, cuando nació se le llamó “el igualador universal” precisamente porque con él, un mindundi podía acabar con el más fuerte del pueblo. Otra ley de la evolución al garete.
2 - Y por último, el más grave de todos: El desarrollo de la medicina. Me refiero sobre todo al impulso que tomó tras el descubrimiento de la penicilina, porque antes los médicos provocaban muchas más muertes que vidas salvaban. Bueno, el caso es que tras la curación masiva de las enfermedades, la ley evolutiva que dice que viven y se reproducen sólo los más sanos, hace tiempo que está enterrada y bien enterrada.
De hecho, nuestros abuelos fueron los últimos individuos genéticamente superiores a su anterior generación y desde entonces llevamos unas cuantas generaciones empeorando biológicamente. Comprobación: es prácticamente imposible encontrar a alguien menor de 15 años que no tenga entre sus 2 padres, 4 abuelos y 8 bisabuelos, alguno al que la medicina no le haya salvado la vida antes de la edad de reproducción. O sea, que por lógica de especie, ¡casi ninguno de nosotros debería estar vivo! (yo el primero).
Y sin embargo, ahí estamos, transmitiendo genes indiscriminadamente, sin pasarlos por el más mínimo tamiz de selección evolutiva, convirtiéndonos en la única especie sobre el planeta que empeora irremisiblemente hasta que todos vayamos siendo cada vez más enfermizos, imperfectos y comidos por la podredumbre genética. Y mientras, el resto del mundo natural continúa su limpio camino de progreso genético.
Antes teníamos toda una Señora Muerte que hacía bien su oficio, y ahora sin embargo, disfrutamos una muerte tonta segando cabezas indiscriminadamente, sin lógica alguna, humanitariamente, muy poco profesional (casualmente, en la película “¿Conoces a Joe Black?” la que besa y pervierte a la muerte, es ¡una médico! Por cierto, los ojos más bonitos de la historia de la medicina).
Bueno, resumiendo, hay una oda de Horacio (todo está en los clásicos, ¡todo!) que lo expresa perfectamente desde hace ya milenios aunque no supiese nada de evoluciones: “Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos engendraron a nosotros aún más depravados, y nosotros daremos una progenie todavía más incapaz": Mi generación (baby boom de los setenta) somos los primeros en la historia de la humanidad que podemos leerla en primera persona.
Y mientras, todos tan contentos con los avances médicos ¿no? ¡incautos!

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