miércoles, 23 de abril de 2008

El coche más bonito del mundo


El Seat León Amarillo. Así, todo con mayúsculas. Cuando hace casi una década asomó por la calle este modelo, lo vi enseguida: vaya pedazo de coche, bonito a rabiar, con una línea preciosa y diferente a todas las de su segmento, unas prestaciones que igualaban a la leyenda de su categoría (el de estúpido nombre, sí, el Golf) y a mejor precio.
Sé que con los años, engreídos acomplejados autoinvestidos como guardianes del gusto, lo han querido convertir en un icono macarra, pero aludir a etiquetas para devaluar un diseño, devalúa sólo al etiquetador. Además, el que pueda llegar a suponer que los macarras y tuneros escogen modelos feos de coches, es que deberían repasar sus propios gustos porque el tiempo los va a poner en su sitio: por ejemplo, ahora se están recuperando diseños sesenteros, setenteros u ochenteros como la quintaesencia de la autenticidad y el buen gusto, y sin embargo muchos de ellos se calificaron de muy macarras en su época (Lancia Delta, Opel Manta, Dodge Challenger, Audi Cuattro...), y ahora resulta que son preciosos. Que sí que lo son. Eso mismo le pasará al Seat León, lo veréis.
Y sobre el color amarillo, esto es una lucha intemporal (“no hay campo sin grillo, ni hortera sin amarillo” dicen) contra las etiquetas populares. Hay mucho que decir en defensa de ese color y más en cuestión de coches. En primer lugar, un color es un color y no puede ser hortera: lo será quien lo usa en todo caso. En segundo lugar, el amarillo es el color que más contrasta con el negro (más aún que el blanco), por lo que pintar un coche de amarillo es un atrevimiento que muy pocos modelos soportan, y la clave está en la línea de diseño: las ventanas, las ranuras de las puertas, los parachoques, las ruedas, los embellecedores... todo resalta extraordinariamente en un coche amarillo. O sea que si un modelo resulta bonito en ese color, es que es realmente bonito en sí, porque no esconde ni disimula una sola línea. Lo fácil es hacer una mierda de carrocería como las de los últimos 15 años de los Golf (sólo el último modelo es algo más bonito) y decir que el color que les va es el negro: o sea, el que más disimula una línea horrenda. En cambio el León es que ¡hasta queda bien con las 5 puertas!
Y nadie puede negar que el amarillo le sienta más que bien al primer Seat León. De hecho, escogieron ese color para publicitar la versión más deportiva, la Cupra. Esto lo han repetido con el nuevo León, que salió en rojo (absolutamente precioso también) y han vuelto a reservar el amarillo para la versión Cupra.
Y mientras, otros modelos pensados para snobs dóciles al qué dirán, buscan entre la paleta de negros, verdes oscuros, granates, azules marino, sosísimos platas... (colores menos visibles y menos seguros, por cierto) para venderse como lo que son: coches del montón.
El Seat León es el único coche de su segmento que tiene los huevos de presentarse al público con el amarillo por bandera. Sin complejos. Porque puede.
Acabará siendo una leyenda (ejemplar o no), seguro: un amigo mío dice que no se conoce a ningún conductor de Seat León Amarillo, porque sólo se les ve la nuca cuando te adelantan por la derecha.
Y se me olvidaba: vaya pedazo de nombre que tiene...

2 comentarios:

Zomas Osborn dijo...

Y ya si metemos a la Mengual dentro, sería perfecto!

Gladius dijo...

Y no te olvides de tu cabeza bajo la rueda trasera izquierda, que le aporta ese toque extra de racionalidad a tanta belleza.