viernes, 15 de febrero de 2008

El ciclo de los tontos 2: Su infiltración profesional


Bien, ya he explicado que tenemos a los tontos desbocados, sueltos, correteando y viviendo tranquilamente por ahí... ¡como si fueran unos más de nosotros!
Ahora, vamos con la mayor tragedia de todas: su integración en el tejido profesional del planeta. Porque esto es una plaga mundial.
El tonto en el ambiente profesional empieza siempre adoptando lo que él reconoce como signos inequívocos de profesionalidad y buen hacer: las formas, la apariencia, las actitudes. Y pone especial énfasis en hacerlo porque sabe que es su única baza, dado que es incapaz de imitar lo esencial: el fondo y el saber hacer.
El caso es que lo que nunca debería suceder, que una persona inteligente que tiene que contratar a alguien contrate a un tonto, resulta que sí pasa, muchas veces por falta de celo o por fiarse de esas apariencias en las entrevistas, pero otras a conciencia: cuando toca enchufar a alguien.
Y una vez contratado, empieza el baile:
- Si es el último mono (nunca mejor dicho) el tipo comienza a entorpecer a diario el trabajo de su entorno. Si es un enchufe, entonces está blindado y no le pasa nada. Pero como las malas costumbres son lo primero que se contagia en un ambiente de trabajo, y la empresa no toma medidas contra él, en realidad y por omisión lo que se está haciendo es abonar la ineficiencia, la irresolución, la elusión de responsabilidades... y la podredumbre va corroyendo ese departamento inexorablemente, el departamento a la empresa, etc...
- Si el elemento entra en un cargo de responsabilidad y pasa a ser un tonto venido a más, entonces el efecto es exponencial: él, por natural instinto de supervivencia, se va a sentir más cómodo con los menos clarividentes, a los que hará de su confianza. Si ficha a alguien, va a ficharlo preferiblemente de su nivel (bien involuntariamente -ya he dicho que encajan naturalmente- o bien porque le atemoriza que alguien pueda hacerle sombra o dejarle en evidencia), y entre todos harán de la calidad del trabajo de su empresa una auténtica mierda: Favorecen las inercias y se empecinan en mantener los status quo y las costumbres más asquerosamente funcionariales. Pero claro, este bobito enchufado en un puesto importante está más blindado aún que uno cualquiera, o sea que no hay solución y el cáncer sólo puede expandirse.
Tras décadas de soportar estos procesos, todo el tejido profesional de España está completamente infestado de tontos en puestos de responsabilidad, haciendo gilipolleces a diario y sin tener maldita idea de lo que es tomar una decisión acertada, con la incoherencia por bandera y la prepotencia de trampolín.
Esto es Paulov puro: como el sistema recompensa sus deleznables aportaciones, y por primera vez en su vida su criterio vale algo en algún sitio, se crecen de la peor manera. Es una plaga fuera de control.
Las empresas se defienden como pueden sin saberlo (jamás han afrontado directamente el problema, sólo ven sus efectos y se limitan atenuarlos) con protocolos de actuación cada vez más inamovibles, con formas rígidas de trabajar, mecanizando sus sistemas, cayendo en la rutina y gastando enormes esfuerzos formales enalteciendo algo tan básico como el sentido común. Todo para evitar catástrofes derivadas de la peligrosísima libertad de actuación de los empleados negligentes.
Todo este clima asfixia la iniciativa inteligente, con el considerable lastre que supone para la productividad, la flexibilidad, la gestión del talento, la adaptación al mercado, la expansión de la empresa... Y claro, haciendo el agosto de las consultoras externas (que por cierto, padecen exactamente del mismo mal) que sirven para eludir las responsabilidades de los fracasos.
Pero la cosa da verdadero vértigo cuando se piensa en que los tontos tienen autonomía propia y se mueven como peces en el agua por un sistema que les favorece:
- En los departamentos de recursos humanos, que proveen de nuevos trabajadores a las empresas, también abundan los tontos. Luego, ¿qué están metiendo en tu empresa?
- Cuando un (pongamos por caso) supervisor desastroso se cambia de empresa, busca ascender y ser director. Y como sólo es cuestión de tiempo que encuentre el sitio en el que le fichen para ese cargo sin que lo conozcan, ¡crece profesionalmente!
- Los marrones provocados por la incompetencia absoluta de estos ineptos con cargo, acaban siempre cayendo sobre sus subordinados. Pero casi nunca sobre la camarilla de tontos preferidos que le rodean, sino normalmente sobre los competentes que sacan adelante todo lo que su corte de inframentales revienta.
Desde aquí lo dejo dicho: es absolutamente necesario declarar una guerra sin contemplaciones contra todos los tontos de baba que apestan el ambiente profesional del país y luchar contra el ciego enchufismo que nos corroe para anularlos, marginarlos, aislarlos y acabar con ellos para siempre. ¡Lazos familiares incluidos!
Y llegados a este punto, voy a ser todo lo constructivo que se merecen: Fuera del país con ellos, a la mierda, al Sahara de nomadeo donde no puedan hundir nada.
Se aceptan más sugerencias.

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