lunes, 26 de octubre de 2009

“Síndrome del Monovolumen”


El otro día una amiga me abrió los ojos al ponerle nombre a toda una serie de actitudes propias de los padres jóvenes: El Síndrome del Monovolumen.

Y el tal síndrome se puede resumir con el siguiente razonamiento, que florece con lógica aplastante en las mentes debilitadas por una paternidad reciente o inminente:

- "Voy a tener un niño, ergo necesito un monovolumen."

Impresionante. No hablan de dos niños, ni de llegar a tres (ni así tendría sentido, pero podría ser más discutible), es que es un maldito niño el que provoca el cambio de toda la relación de un par de vidas con el mundo del motor, y para siempre.
Evidentemente esta psicosis no se detiene sólo con el monovolumen, porque por la misma delirante regla de tres, hace falta una casa con más habitaciones, un sitio diferente para pasar las vacaciones, una vivienda preparada hasta en los mínimos detalles, cantidad de muebles y cosas absurdas... lo que todo junto supone un cambio en el estilo de vida definitivo.

Todo por una anormal percepción de la realidad.

Porque no sé si merece la pena perder un par de líneas en explicar que si en un Seat Ibiza caben el conductor y 4 amigotes para irse de vacaciones a Peñíscola durante un mes de playa y borrachera, debería sobrar espacio para una pareja y un bebé. Entonces, ¿por qué los padres de hoy suponen que su crío tiene que viajar como si fuera en limusina?

Que los progenitores suelen experimentar la repentina pérdida de referentes válidos para percibir correctamente la realidad, es algo que ya casi ningún experto en el tema discute (en psiquiatría, pedagogía, psicología, sociología, antropología y demás ciencias inexactas lo relacionan con la sobreprotección evolutiva que necesita la cría humana para sobrevivir y esas zarandajas), pero es que hoy en día los amigos, parientes y conocidos que ven esos desvaríos, no hacen nada por refrenarlos. Ni sutilmente ni diciéndoles a la cara la verdad: que la simple aparición de un niño ha bastado para volverlos imbéciles de remate.

He llegado a oír de boca de un padre reciente algo más o menos así cuando le propusieron que se apuntase a una cena de amigos con su mujer: “Es que nosotros ya no hacemos planes que no aporten algo al desarrollo del niño”. ¡Y todo el mundo a su alrededor se tragó el sapo sin decirle que está como una regadera y que su hijo va camino de ser también un maldito tarado!

Yo creo que es culpa de tres cosas:

- Uno: que la bajada de la natalidad hace que lo que es lo más natural para la especie (la reproducción) se llegue a ver como un hecho extraordinario y que merece toda la atención del entorno, porque ¡el bebé es lo más importante del mundo! (como si fuera tan difícil hacerlos)...
- Dos: que la moda de lo políticamente correcto cada día nos hace menos racionales, menos críticos, más gregarios y mucho más mentirosos.
- Y tres: que los padres primerizos saben que sus hijos no van a dar ni un viaje tranquilo y que cuantas más cositas, juegos, espacio y distracciones tengan, mejor para su tranquilidad.

Yo me inclino porque la tercera es la clave y, pensando bien, supongo que en su encefalograma plano, los padres tienen un pico de lucidez para darse cuenta de que tal y como son ellos mismos, sus hijos van a ser unos perfectos caprichosos y unos irreductibles maleducados.


PD: Mil gracias por el concepto, EMe.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Y te quedas corto!!!
Los padres de ahora se MUDAN cada vez que salen con su hijo a la calle, les produce un ictus el separarse un minuto de la criatura (aún cuando su pareja se quede con él), someten a todos los que están a su alrededor a los horarios de sus vástagos, cada gilipollez que hace la elevan a la categoría de descubrimiento universal...es un no parar.

Gladius dijo...

Tal cual: Son asquerosos, de vómito, como para repudiarlos socialmente.

Entremetidos dijo...

Puedes hacer una teoría de mi situación?? te cuento...
Soltera, sin hijos, bolso mediano...y me voy a comprar un todoterreno!! ;) venga!