miércoles, 13 de mayo de 2009

Cuota mundial de O2


Dándole una vuelta más a la anterior ráfaga sobre la Amazonia, he llegado a la conclusión de que es mejor cerrar un poco más la propuesta. Es decir, y sin que sirva de predecible (es licencia, no error), ser un pelín constructivo.

La filosofía y la lógica es la inversa a la que rige para la Cuota de Emisiones de CO2 que se firmó en Kioto (los países tienen un cupo de emisiones contaminantes y pagan X dinero -mucho- por cada tonelada en que lo rebasen). Con él se pretende castigar a los que más contaminan. Pero como el problema es mundial, todo va a un fondo común y se permite la compraventa de toneladas de cuota entre países, de tal manera que un país al que le sobren toneladas de CO2 que no vaya a usar, puede vendérselas a otro que supere su cupo.

Vale, pues siguiendo la misma lógica, hay países que producen más O2 que otros, gracias a que conservan sus espacios naturales y todos esos bichos y plantas que ello acarrea.
Entonces dado que, como antes el problema, la solución que están ofreciendo también es mundial, ¿por qué no cobrar por ella por el mundo adelante?

Habría que hacer una media de cupo de O2 necesario para equilibrar el planeta, y los que produzcan más O2 de la media, pueden cambiar sus toneladas sobrantes por permisos para contaminar más y así poder instalar en sus territorios todas las empresas contaminantes necesarias para conseguirlo. El tercer mundo se iba a forrar con las deslocalizaciones de las empresas del primer mundo. Esto sí sería una medida espectacular y casi inmediata de reparto de la riqueza.

Y si otros países quieren llegar a su cupo de O2 sin desmantelar sus industrias y contaminando más de lo que les toca, que compren las toneladas de O2 que les sobran a los que tienen superávit y ya está. Aunque eso les impediría competir y tendrían que acabar trasladándose también.

Y en una economía de libre mercado, las cuotas de O2 acabarían alcanzando una cotización lo suficientemente relevante como para que entre todos los países pagáramos con creces todo lo que le cuesta a Brasil (por ejemplo) no hacer tabla rasa con su Amazonia.
También podría ser que los países con menos producción de O2 se dedicasen a reforestar para compensar sus industrias.

O a lo mejor, entre todos acaban dándose cuenta del calibre de todas estas estupideces (sí, mi propuesta incluida) que llevan años discutiendo alrededor de Kioto, dejan a la Naturaleza arreglárselas tan de puta madre como ha hecho solita durante 100.000 millones de años y se centran en la cordura de crear riqueza, solucionar la pobreza de los países del tercer mundo y exterminar la mayor vergüenza de este planeta: el hambre de los seres humanos.


PD: Adjunto el vídeo de la que creo que es la mejor campaña publicitaria que he visto en mi vida.

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