lunes, 7 de septiembre de 2009

Un vino excepcional...


Es un caldo picota rojo Ferrari, de intenso brillo al trasluz de día despejado, y densidad sanguinolenta en día nublado. O sea, tinto. Cremoso y graso a la vista... y al tacto si tomas la copa después de meter los dedos en los boquerones.

El aroma en cambio todo lo contrario: anisado, tierra mojada del Barco de Valdeorras, flores escarchadas de Andalucía, cuero recién curtido del Magreb y complejo, como que no te aclaras a la par que elegante (no nuevo rico), sabiendo estar en cada situación y percibiéndose sensaciones de pasas, dátiles, turrón, peladillas, café, chocolate, neskuik, canela, toffee, algarroba, Jara y Sedal y arrope, con un lógico fondo cetónico que cae de cajón. Evidentemente floral, violetas, edelweiss, flor de la pasión, coliflor y de petit-point.

En boca mantiene su estructura. No la del color ni la del aroma, sino la otra propia de él: notable alto casi un nueve, sabrosón, hasta rico incluso, amplio en boca, reducido en lengua, extenso en garganta, deslizante en esófago y con presencia en el estómago si te lo tragas y no lo escupes. Evoca las sensaciones complejas de nariz, porque claro, huele a lo que sabe: herbáceo y a heno en primer plano, notas musicales y heno en segundo, flor de azahar y heno en plano americano y fundido a negro y heno al final. Notablemente frutal, pero no apicotado como el color parecía indicar, sino a mango, higo verde, sandía del Jerte, cáscara de coco y manzana caramelizada de feriante. Con notas de hueso de fruta (de cualquier fruta) y pepitas de cítricos, algunas comedidas y otras exaltadas caídas por la causa y ¡Presentes! en nariz.

Un largo y persistente final, tanto como la copa que te sirvas o sea que puede ser corto también, y salino porque sí. En cualquier caso, untuoso, que deja la boca pastosa, de tirarte a por las papas fritas ipso-facto. Eso sí, equilibrado y conjuntado tal que ni Chanel. Muy personal, de personas humanas. Un caldo avecrem con notas de antaño medio sepias, no artificial porque no mana solo de la tierra de milagro. Es bebible y disfrutable, como cualquier refresco, vaya.

Por último, los taninos se pasan todo el tiempo zoscándose y usando la madera para darse piñas a espuertas, por eso ponen la lengua rasposa y los labios tirantes, los muy cabrones.

Ideal para acompañar setas, carnes, caza mayor y menor de pelo, pluma y escama, quesos heridos sin curar y, sobre todo, no se lo pierdan en maridaje con canapé de mouse de arándanos al aire de estragón sobre cama de hojaldre confitado en emulsión de naranja y esquirlas de bellota macerada en licor café deconstruido.


PD: Por cierto, en color, boca, nariz y final, tiene notas auvadas. Es que es lo que viene siendo un vino, ¿saben?