miércoles, 7 de enero de 2009

Quemar un libro


Estoy emocionado, por fin voy a entrar por derecho propio en el selecto grupo de los quemalibros. A pesar de que a lo largo de la historia han gozado de épocas de auge y reconocimiento, de un tiempo a esta parte sufren un descrédito y mala prensa absolutamente injusta. Como si no fuera más que necesario de vez en cuando arrojar algunos libros al fuego purificador. Esos que si no nos robarían el tiempo necesario para leer otros que sí valen la pena.
¿Y qué libro voy a quemar? Pues el que acabo de empezar: “Crimen y Castigo”, de Fiodor Dostoievski.
No, no tengo nada contra uno de los grandes de la literatura universal, ni contra un libro del que aún no he leído ni el segundo capítulo. Es contra la puta traductora contra la que tengo de todo. Como un estúpido, compré el libro sin fijarme en la traducción, y resulta que es de 1996, de una tipa a la que en la tercera página se le ocurre poner en boca de un estudiante ruso del S. XIX “del tiempo de Maricastaña”. Pero no sólo eso, es que la muy bastarda en la introducción te cuenta casi todo el libro, y a lo largo de los capítulos va haciendo llamadas a pie de página en las que, para explicar un término o un lugar, la muy imbécil alude a cosas del libro que aún están por leer, con lo que te lo va destripando poco a poco.
¡Quiero leer una novela traducida, no una novela convertida en un maldito ensayo! ¿Es tan difícil traducir un libro tal cual lo escribió el autor?
Bueno, que una puta mierda de libro que va a acabar en la hoguera, lo juro. Y me compraré una traducción anterior a 1.900 como mínimo, que era cuando sí sabían como traducir un libro del S. XIX.
Y no, no me entra mala conciencia, hace tiempo que pienso que en realidad las tres cosas que hay que hacer en la vida son matar un árbol, repudiar un hijo y quemar un libro.
La primera ya la he hecho, con la tercera estoy en ello, y la segunda... todo se andará.

1 comentario:

oraqlo dijo...

siento -una vez más- no darte el contrapunto, pero estoy absolutamente de acuerdo
con el mogollón de libros que me faltan por leer y la poca vida que me queda para ello, me fastidia profundamente que me pasen cosas como esa
quémalo sin dilación.
o, mejor, hagamos una folión el próximo san juan y quememos a todos los que se lo merezcan (libros incluidos)