lunes, 31 de agosto de 2009

Mapa de los Sopores de Tokio


Es esta una de esas películas (por no llamarla ensayo audiovisual) que llenan de razón a los críticos del cine español. Más que nada porque no es sino una más de todo un género ampliamente extendido en este país cuyo mayor exponente es Julio Médem.
El caso es que la película se limita a ser una sucesión de clichés pretendidamente originales y escogiditos sobre el Tokio que ha debido conocer la directora. Directora que es del estilo del hombre-orquesta Amenábar, es decir, una auténtica Leonardo Da Vinci de las artes escénicas que se atreve con la dirección, guionización, etc. con similares resultados: muy tristes. Pero vamos por partes:

Una historia sin principio, casi sin final, sin articulación alguna y con ritmo completamente inexistente; es del gusto de la directora filmar escenas sin final, sin explicarlas y cuya única hilazón con la anterior o con la siguiente es el estilo de la filmación. Por ello, la sensación final es que la pretendida guionista ha intentado hacer una película sobre algo tan etéreo como una atmósfera, y que la historia que le sirve de excusa es lo que menos le importa.

Los personajes son absolutamente irreales en todos sus aspectos: tanto individualmente como en las relaciones que establecen. No son creíbles de ninguna manera: carecen de motivaciones, de evolución, de complejidad... son diapositivas de personalidades inmóviles. Además, el hecho de ser japoneses parece que justifica un “frikismo” que en un ambiente ibérico alcanzaría el grado de risible (viejo grabador de sonidos, una pescadera asesina a sueldo, un español desubicado depresivo y barrigón, un empresario desequilibrado por el suicidio de una hija a todas luces totalmente chalada...), pero como son japos, parece que se perdona.

Los actores están inscritos (menos dos japoneses secundarios) en la última moda del “menos es más” en la interpretación. Es decir, ausencia total de expresividad y gesto inamovible de principio a fin del filme. Pero como últimamente este tipo de actuaciones en la mejor línea de Schwarzenegger o Steven Seagal son premiadas con el Oscar (Javier Bardem en “No es país para viejos”), no digo nada.

La fotografía y el sonido son el meollo de la película. Pulcros, sí señor. Eso sí, la artista ha descubierto el concepto “macro”, y lo ha volcado a la imagen y sobre todo al sonido. O sea lo que explicaba al principio: se ha marcado un ensayo estilístico sobre sonido e imagen. Llega incluso a presentar escenas que son un plano único, con sonido macro, en el que no pasa nada ni audio ni visualmente, que dura varios segundos, y que pasa a otro como si no hubiera existido. ¡Y lo hace varias veces!

Ritmo: Lento, cansino, tedioso, pretendidamente detallista e intimista, repetitivo (planos cíclicamente clavados que hacen del metraje una constante temporal)... Si esto no es una película aburrida hasta la saciedad, que venga Dios y lo vea. Además, los diálogos inconexos y la voz en off acentúan aún más esta sensación.

Mensaje. Esto es lo mejor. Hay un diálogo entre los dos protagonistas en el hotel-picadero, del orden de “te cuento” – “no quiero oírlo” – “pero tengo que contarte” – “que no me cuentes” – “no te cuento pero ven aquí” – “no quiero saberlo” – “ven aquí” – “voy”... que es antológico. O cuando la voz en off dice que acompañó a la prota ¡durante meses! todos los fines de semana a limpiar tumbas a los cementerios y que ¡nunca le preguntó porqué las limpiaba ni de quienes eran! ¡¡¡Venga ya!!! No hay quien se pueda creer semejante estupidez. Pero esta tía ¿cuándo se le ocurrió que sabe escribir guiones? No hay una sola reflexión o apunte de personaje alguno que no sea una colección de lugares comunes, filosofía barata de bar o frase críptica absolutamente abierta que quiere pasar por reflexión casi de monje Shaolín. Pero vamos, que los diálogos no aguantan ni la menor revisión; si alguien quiere transcribirlos y leérselos que lo haga, yo paso de experimentar semejante vergüenza ajena.

Y alguna cosa suelta más: Me parece que Isabel se ha marcado una evidente “inspiración” en el concepto de película de “Lost in translation”.
Es risible la caída en el arquetipo del latin-lover español, feo, gordo, de pelo en pecho, castigador, follador de extranjeras (japos en lugar de suecas) y que las deja marcadas para toda la vida.
Muy gracioso también el increíble fallo de guión del final: ¿qué pinta el japo en el mercado si va a por él y no a por ella? Lamentable.
Otro cliché del cine español desde tiempo inmemorial que clava: no hay un polvo corrientito, todos son más bien estrafalarios (en la más pura escuela Almodóvar).
Y es curioso, yo he llegado a creer que la peli es fruto de un director paleto que sale una vez de su pueblo, ve una cultura distinta, se obnubila y pretende dárselas de cosmopolita acercándonos al resto de pobres mortales una realidad fuera de nuestro alcance. Pero esto es una opinión personal, seguro que la chica está mucho más vivida como para eso ¿no?
Y si cometéis el error de ir a verla doblada al español, alucinad con el autodoblaje completamente monocorde de Sergi López, ¡vaya crack de la expresividad!

En fin, que al final “Mapa de los sonidos de Tokio” no es más que una visión personalísima (que digo yo que hace falta ser muy prepotente para ser una directora con sólo dos películas y marcarse la tercera “de autor”, como si esa mujer fuese alguien en la historia del cine o un referente de las guías turísticas del lejano Oriente) sobre Tokio. Una visión sórdida, triste, vacía, incoherente y soporífera de principio a fin.

O sea que tras dos horas tediosas te alegras infinitamente de salir de la sala y dejar para siempre el Tokio de la Coixet.

Que no vuelva a salir de viaje, por favor.


PD: Por cierto, el trailer miente como un bellaco: parece que pasa algo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Lotería por parejas


¿Alguien se ha parado a pensar en cuántas probabilidades de éxito tiene un común mortal a la hora de buscar una pareja para toda la vida?

Porque vamos a ver, si estimamos una conservadora media de unas 10 relaciones sentimentales a lo largo de la vida de una persona, de las cuales sólo una puede ser la definitiva, y si de las parejas definitivas las que son realmente felices son una media del 40% (en plan generoso)... me parece que siendo optimista tienes apenas un 4% de probabilidades de que tu actual (o tu próxima) pareja sea el hombre (la mujer) de tu vida.

Así que, si tienes que apostar por vosotros, sé inteligente y juégatela al no. Pero juégatela.

lunes, 24 de agosto de 2009

El valor del ser humano


Veamos lo que cuesta la humanidad en oro.
El ser humano tiene aproximadamente un 0,000014% de oro en el cuerpo. Tomando unos 40 kgs. de peso medio por persona en el mundo (no encontré estadística alguna que incluya a los menores de edad), nos daría una media de unos 0,0000056 kgs. de oro por persona.

Multiplicados por 6.000 millones de personas nos da que la humanidad tiene 33.600 kgs. de oro en sus cuerpos, que a los 2.300 € aproximados en los que está tasado el kilo de oro, nos da que la humanidad vale 77 millones, doscientos ochenta mil euros.

A mí, personalmente, me empieza a sobrar gente por aquí...

miércoles, 19 de agosto de 2009

No pierdas el tiempo leyendo


Un día de mis lejanos 16 años leí una frase de Rouseau que es toda una lección de vida:
“Mientras no haya leído todos los clásicos, no encuentro razón alguna para leer libros modernos.”
Y es que leer, al contrario que el saber, sí ocupa lugar y sobre todo mucho tiempo. Personalmente, aunque el lugar no me preocupa demasiado, el tiempo sí lo tengo muy limitado y no me puedo arriesgar a leer algo que no sea bueno de verdad y perder las horas leyendo bodrios. Así, buscando un baremo para saber qué lecturas aportan de verdad, el que me pareció más fiable fue que hubiesen acumulando ya muchos años de alcance universal en diversas generaciones y culturas.

Por lo tanto, decidí no leer ningún libro que no cumpla estas tres condiciones conjuntamente:
- Autor muerto.
- Más de 50 años desde la publicación del libro.
- Que el libro esté editado en castellano.


No obstante, visto lo rápido que se engrosa la lista año a año, acabo de ampliar la segunda condición a un siglo entero, y así me he librado de unos cuantos autores prescindibles que ya crían malvas y de sus libracos estúpidamente encumbrados a la categoría de hitos contemporáneos por la industria editorial.

Además (aunque esta segunda regla la sigo con menor fanatismo), decidí rechazar de plano los géneros que no me interesan, conmueven o entretienen (poesía, cuentos y ensayo), y leer sólo novela y teatro. La poesía no consigue atraparme lo suficiente salvo en contadísimas ocasiones, y respecto al ensayo... no quiero que nadie me explique un mundo que puedo entender solito sin que me lo orienten y los cuentos me parecen un chiste como género.

Todo esto lo mantengo hasta el punto de rechazar airadamente las recomendaciones o los libros regalados que no cumplen mis requisitos.

Eso sí, los libros de periodismo de investigación y los recopilatorios de columnas de opinión no entran en todo esto por la sencilla razón de que no son literatura.
Y como en todo, también tengo alguna excepción/debilidad (novelista vivo) que me sirve para restarle rigidez al sistema.

Lo comparto porque creo que todo el mundo ganaría mucho haciendo algo parecido, y no perdería nada porque hay más clásicos de los que se pueden leer en 100 vidas.

martes, 18 de agosto de 2009

Chicas maduras


Se llama penetración psicológica lo que voy a destilar ahora...

Siempre me ha llamado la atención la estúpida relación que mantiene el sexo femenino con eso que llaman madurez, más que nada porque va en relación directa con su insoportabilidad social y, aquí está la miga del asunto, varía en función de la edad y de la etapa vital.

Todo empieza cuando un ser humano nace niña, que ya es jodido de por sí, pero no pasa nada durante los primeros años de vida hasta que viene el primer gran cambio: la pubertad. Dejan de sentirse niñas, de comportarse como tales y de repente todo lo que les gustada deja de interesarles y se dedican a hablar, hablar, hablar y hablar. No atienden a los chicos de su edad (que ante este cambio deducen lo evidente: se han vuelto tontas) y empiezan a fijarse en los mayores.
Luego esto se relaja bastante, porque la realidad acaba imponiéndoles que no siguen siendo más que unas malditas crías y que el mundo no es más serio ni distinto ni nada en lo que encajen actitudes tan soberbias.

Pero entonces viene el segundo estímulo para “madurar”: el salto de la escuela primaria a la secundaria. De repente vuelven a sentir que se hacen mayores, que son personas serias, que no están para tonterías y tienen ataques de responsabilidad, de seriedad, de ocupaciones importantísimas... y nuevamente, vuelven a fijarse en los chicos que están terminando la secundaria.
En los siguientes años, otra vez el mundo les demuestra su desfase mental y vuelven poco a poco a relajarse y a sentirse normales hasta que...

¡Legan a la universidad! Bufff... otro empujón más en sus delirios de grandeza. Ya son adultas, se sienten profesionales y no estudiantes, piensan a largo plazo, se planifican la vida entera... y claro, sólo les interesan los estudiantes de último curso, que son los que tienen conversaciones equivalentes a sus madurísimas reflexiones, todas ellas fuera del alcance de los mindundis de su edad, claro.
Otra vez se van relajando a medida que pasan los años de universidad. Es que la vida es algo muy tozudo que no quiere adaptarse a ellas y no les queda otra que recular.

Pero... claro, esto no iba a quedar así, y cuando terminan la universidad y llega el momento de su primer trabajo, ¡otra vez! Todo es importantísimo, súper serio, enormemente profesional, la responsabilidad es abrumadora... Y ellas vuelven a ser totalmente insoportables y a ir ridículamente detrás de los hombres veteranos del trabajo, de los jefes, etc. (que por cierto, siguen siendo tan niños como cuando tenían 12 años).

A pesar de ello y aunque parezca irreversible (cada nuevo ataque de madurez es más virulento que el anterior), también se va relajando poco a poco a golpe de desengaños, decepciones y dosis de mundo real.
Las siguientes rachas de madurez les van llegando con los ascensos laborales, con el matrimonio, la maternidad, etc. mientras, curiosamente, quieren parecer cada vez más jóvenes e incluso conservan sus peluches de cuando eran niñas, las muy desequilibradas.

Evidentemente, hay ejemplos de féminas que no pasan ni por la primera de estas crisis (las escasísimas que se mantienen encantadoras desde que nacen hasta que mueren), también hay excepciones que se quedan en una de ellas ya maduras para toda la vida (insoportables y estúpidas que no debieron haber nacido), las hay que sólo experimentan un par de “maduraciones” o tres, y se desengañan pronto de esa tontería (viva la inteligencia)... y también hombres genéticamente echados a perder que pasan por esos procesos como auténticos gilipollas (sí, también los conozco). Pero estos procesos son típicos y tópicos de casi todas ellas.

En fin, siempre queda algo de esperanza porque el último golpe de cordura para las mujeres sospecho que es la menopausia; cuando por fin se dan cuenta de que no son individuos especiales y llamados a fines superiores, sino que son exactamente lo mismo que cualquier ser humano: algo absolutamente prescindible.