miércoles, 21 de mayo de 2008

Declarando renta


No, no se trata de que no me cobren impuestos, eso a estas alturas ya como que me da hasta pereza pensarlo. Lo que sucede es que tengo que hacer la declaración, y no quiero. Tan sencillo como eso.
Vamos a ver, si papá estado quiere llevarse una parte de la renta de todos los españoles para hacer las cosas comunes que les benefician (y de paso que vayan sacando tajada los políticos que las administran), y le está reteniendo a cada españolito una parte de su sueldo todos los meses... ¿por qué diablos quiere que yo esté de papeleo durante medio mes declarando que me quita lo que ya me ha quitado? ¿por qué tiene a una enorme plantilla de funcionarios rehaciendo cuentas que ya están hechas? ¿por qué gasta tantos medios e ingentes cantidades de papel, tinta, tiempo y demás en recontar lo ya contado?
¿Es que es tan difícil que hagan la declaración sólo los que tienen algo que objetar a las retenciones de todo el año?
Si yo estoy de acuerdo en todo, me parece muy bien, que me quiten al mes lo que sea, pero que no me hagan vagabundear de lado a lado con papeles durante días para terminar diciendo que sí, que declaro lo que ya he pagado.
Qué coño: daría un uno por ciento más al mes si, después de habérselo cobrado todos los meses, ¡me dejan en paz durante todo el año!
Panda burócratas, mierda de eficiencia...

martes, 20 de mayo de 2008

Los buenos, los malos y la peor: Suiza


Un país pacífico, no beligerante, completamente neutral pase lo que pase, idílicamente perdido en “sus labores”... la quintaesencia de lo que Nietzsche llamó “la despreciable especie de bienestar con que sueñan los tenderos, los cristianos, las vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas.”
Bueno, el caso es que lo que a primera vista siempre suena como ejemplo de buen sentido, como arquetipo de increíble cordura y hasta llega a parecer una lección moral: la absoluta neutralidad histórica suiza, en realidad es la postura más inmoral que pueda adoptar país alguno.
Es increíble que en todas las ocasiones que ha tenido para optar por el bando adecuado, haya preferido mirar hacia otro lado. O más bien, vender sus servicios de país sin escrúpulos que parece que no ha roto nunca un plato, al mejor postor.
Lo que ha hecho ha sido ofrecerse cual puta continental, vendiendo todos sus principios a cambio del pingüe negocio de ser el banquero de todos los contendientes. Qué país tenga la razón, da igual. De dónde vengan las riquezas que guardo, qué más da. Quién me esté dejando su dinero, a quién le importa...
El caso de la II Guerra Mundial no es uno aislado, aunque sí el más representativo y fácil. No es un caso aislado porque no han actuado neutralmente durante los años de la guerra (puntualmente, podríamos decir) aceptando el dinero expoliado por los nazis, los botines de todos los criminales de guerra y ladrones de uno y otro bando, etc. Sino que se ha prolongado en el tiempo durante décadas, y hasta hoy en día aún tienen en sus cajas fuertes reservas de esa procedencia que, en virtud de su sacrosanta neutralidad, no son quienes de devolver.
Esta innoble neutralidad la han mantenido en el pasado, la mantienen ahora y la seguirán manteniendo hasta el fin de los tiempos. Porque todos los ladrones del mundo son muchos ladrones, porque todos los estados criminales del planeta son muchos estados, porque todas las guerras del mundo son muchas guerras, porque todos los políticos corruptos del mundo son muchos corruptos, porque todo el narcotráfico y el comercio de armas mundial, es toda la pasta gansa que es...
Pero a pesar de todas las evidencias, no es fácil que alguien decida acabar con Suiza, porque claro, cuando un país se ve abocado a una guerra, siempre es bueno tener de quien tirar cuando necesita enjuagues económicos, y todos los bandos siempre acaban aprovechándose de la falta de escrúpulos del mayor avaro del planeta Tierra para que les haga el trabajo sucio, el inconfesable, el criminal, el de las cloacas de sus gobernantes. El limpio pacto internacional que dio origen a la Cruz Roja para socorrer a los necesitados, no hizo falta para pactar lo contrario, surgió naturalmente de los malos instintos comunes de todas las partes y de la disposición de los suizos para recoger el dinero sin preguntar. ¿No existe la Cruz Negra? pues podría.
Suiza es la sórdida Celestina, es el cobarde Pilatos, es el repulsivo Gollum del Señor de los Anillos. Hace mucho tiempo que la solución pasa por una triple invasión desde Alemania, Francia e Italia para repartírsela como buenos amigos. Total, no está en la ONU ni en la OTAN... ¿quién la iba a defender?
Mientras eso no suceda, yo intentaré morir sin pisar esa repulsiva tierra disfrazada de orden y pulcritud, toda llenita de montañas, relojes y vaquitas (que por cierto, las vacas suizas también cagan aunque nunca lo parezca).
¿Es posible una mezcla entre La Casita de Chocolate y el Retrato de Dorian Gray? Pues eso es Suiza.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Tierra, ecologismo delicioso


Creo que es la primera vez que no le clavo un adjetivo insultante a la palabra ecologismo. Lo que ha pasado es que este fin de semana, he visto en DVD una película que se me escapó cuando estuvo en los cines: “Tierra, la película de nuestro planeta”, y la verdad es que cuando terminó me arrepentí más aún de no haberla visto en su día en pantalla grande.
Por lo menos la pantalla de televisión en la que la vi tenía 42 pulgadas. Algo es algo.
Bueno, el caso es que la película es impresionante. Es un documental, de acuerdo, pero tratado como aventura visual más bien. Para los que tenemos bastante cultura de documentales de naturaleza, reconozco que no aporta muchas cosas nuevas, pero sí sorprende con alguna que no adelantaré por si no la han visto.
Pero sobre todo, las imágenes son algo fuera de serie. Creo que jamás he visto un documental tan bonito, tan bien rodado, con tanto respeto por lo que se está grabando. Las imágenes alcanzan en su cadencia casi el ritmo natural de la acción que sucede ante nuestros ojos. La música acompaña tan bien que pasa completamente desapercibida, y no aparece ni un solo humano que rompa la magia en todo el metraje.
Es precioso de ver, de verdad, y para todo tipo de públicos: entendidos, analfabetos, mayores... a los niños les tiene que encantar, seguro.
Pero además de imágenes bonitas, tiene episodios absolutamente expectaculares (no es errata, es falta a conciencia porque creo que la x en esta palabra, la enfatiza perfectamente) de animales muy variados de todos los climas y hábitats...
Es un resumen perfecto de lo que pretende ser: la película de nuestro planeta. Sería perfecta para enviar en una de las Sondas Viking para que unos hipotéticos extraterrestres supieran de qué va esta Tierra bendita. Además, aunque tiene un innegable contenido ecologista, incluso algo demagógico (calentamiento global y demás zarandajas...), éste es suave, no está presente machaconamente y se puede creer en su buena intención en toda la cinta. Está a años luz del ecologismo militante de Al hipócrita/mentiroso Gore.
Para mí, inolvidables las imágenes de las bandadas infinitas de aves, de las manadas eternas tomadas desde el helicóptero, de los paisajes increíbles de las selvas, la taiga, la sabana, el desierto... pero también las apabullantes escenas del tiburón blanco saltando como un gato, del vuelo de las grullas sobre el Everest, de la caza del guepardo a cámara superlenta... No digo más; si podéis, no os lo perdáis.
Eso sí, buscad la televisión más grande que encontréis, porque es un desperdicio verla en algo menor de 35 pulgadas.
Fabulosa.
A mí me ha reconciliado con... no sé con qué, pero con algo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Infames bongos


Llega la primavera, los vencejos se hacen dueños de los cielos de la ciudad por la mañana y al atardecer, el destape estival empieza a torturar los corazones, las tardes invitan al paseo por parques, jardines... En Madrid, en el parque por excelencia de España, El Retiro, la banda sonora no la ponen los pájaros, ni los niños, ni las fuentes, ni la brisa. La ponen los malditos bongos, los djembés, los tambores de todo tipo que sitian al monumento a Alfonso XII todas las tardes.
Unos tambores que se oyen desde fuera del parque, una confusión embarullada de ritmos monocordes que lo invade todo. Los tambores son armas, vuelven loco; era lo que usaban los indios para desquiciar las caravanas de colonos con su ritmo constante, lo que usan los niños para hacer ruido (no confundir con música) y molestar... y en El Retiro son exactamente eso, se hacen insoportables, desquiciantes, se oyen a manzanas de distancia desde cualquier casa con una ventana abierta.
Y los tocan ¿quienes? Pues cualquier payaso con ganas suficientes, porque como instrumento musical es gratis: no hace ninguna falta saber nada de música, ni siquiera tener pizca de oído. Basta con sentarse con un porro en los labios, y así, medio agilipollado, ponerse a darle golpes a una cosa que suena. Un bongo es lo primero que se quiere comprar un idiota al que le gustaría tocar algo y no es capaz de distinguir una nota de la siguiente. Porque con un bongo se da el pego, es facilísimo, sólo es aporrear. Si algún día un mono toca un instrumento, ese será un bongo. Seguro.
Pero los bongueros y su corro de bailarines merecen un capítulo aparte. ¿Quiénes son? ¿cómo son? ¿qué hacen? ¿a qué se parecen?
Voy a ser lo más gráfico e ilustrativo que pueda. Lo que allí se encuentra básicamente es una colección de arrastrados. Hay desde sucios rastas, hasta neohippies, pasando por desarrapados, camellos, desocupados, borrachos, yonquis, pirados... Esos son el grupo duro, el que nunca falla, el que siempre está ahí dándolo todo alrededor del bongo. Además, siempre hay algún curioso de paso, algún turista despistado o los que se acercan a ver el circo porque dicen que les gusta y se largan en 15 minutos. Pero vamos, que en esencia es esa chusma asquerosa es la que puede estarse durante 8 horas seguidas aporreando inmisericordes y bailoteando medio en trance.
Pero no sólo se tocan bongos. Es que además el monumento se ha convertido en un fumadero (y mercado) de hachís y marihuana, aparte de un botellón permanente al aire libre. Y alrededor pululan especímenes como chicas con cariocas (parece sexista pero no: es muy de tías), alternativillos/as queriendo hacer malabarismos con pelotitas, palitos, diábolos, mazas... también perdidos con bicis de una rueda, haciendo ronditos de fútbol...
Total, que una de dos:
- O se quita la ley antibotellón, se permite el consumo de drogas en público, se permite también molestar a todo el mundo en los lugares públicos emitiendo todos los decibelios que nos venga en gana y nos quedamos todos encantados...
- O aparece algún día la inoperante policía española a enchironar a todos los camellos que ahí se dan cita todos los días impunemente, multan a todos los bebedores, requisan todos los bongos y apalean a los que protesten.
Esto para los amantes de la ley, la civilización y la democracia, porque yo creo firmemente que es una excelente ocasión para reinstaurar los paredones y los fusilamientos masivos.